david orbea piedra

Mirar en pintura…

El diseño urbano, desde ésta perspectiva, es responsable solo por la apariencia de las cosas y, por eso, parece predestinado a ocultar la esencia de consecuentes merodeos, a engañar la comprensión del espectador acerca de la verdadera naturaleza de la realidad a través de esa minucia (quizá despreocupada) en la descomposición de algo que se revela, asumo que el torrente de la duda la primera imaginación en la dimensión de un transeúnte para luego, estar persuadido en eso que podría tener un sentido. 

Primero, la cotidianidad completamente plana (amalgama de ocres, tramados, texturas revestidas por el tiempo, palimpsesto de antiguos comienzos), luego, la búsqueda de su propia historia y finalmente, esa memoria ficcional consecuente de las reminiscencias de la pintura (aquella interacción entre lo que aloja y lo que puede verse más allá), un asunto innato en las desvelaciones del recorrido matérico. 

Dicotomía de las huidas y los enfrentamientos, para los que quedamos y nos ubica inflexiblemente en esa dimensión interminable del espacio división de lo extenso donde confluye un sistema de correspondencias de varios elementos. La pintura, como ejercicio para escrutarse a sí mismo ante la mirada cómplice de quién merodea la ciudad; concibamos al artista asumiendo el papel de especialista en dudas, un investigador pictórico que introduce explicaciones conceptuales proponiendo una especie de teoría de la construcción. 

[…] inventando postales, índices del tiempo. No como pretexto o plazo, la prueba está en que, en cualquier instante el complot invisible del progreso puede llegar y derribar las posibilidades de una mirada anticipada. Una estructura fluida donde vestigios del pasado constituyen una nueva forma que parte desde lo concreto hacia lo abstracto. La construcción de una subjetividad que señala próximos comienzos. 

Un investigador pictórico debería tener todos sus colores y capacidades disponibles en la misma paleta para mezclarlos y, en casos apropiados, para aplicarlos simultáneamente cuándo necesite reinventar texturas o volver hacia aquel señalamiento formal que le inquietó desde el primer albor de una miscelánea de colores arraigada al comercio, insistiendo en el gesto de ocultar aquello que debe perecer. Componiendo fragmentos de esa íntima e intensa relación entre descubrir lo que está mal en algo que se ve muy bien y, accidentalmente incidir en la revelación de sí mismo. 

ZN.