Los ejercicios pictóricos de David Orbea se han caracterizado por la simplificación de las formas que encuentra en muy distintos registros comunicacionales, desde fotografías de prensa hasta productos comerciales. En algunas de sus series este propósito adquiere características formales ligadas a la abstracción, pero conservando su capacidad de comentar la realidad circundante.
Alrededor del 2015, por ejemplo, intervino cajas de cartón para productos de consumo masivo donde resaltaba sus elementos geométricos y cromáticos, al tiempo que velaba la rotulación y descripciones. En aquellos trabajos lograba una estetización bastante pulida que rebasaba la categoría corriente de los objetos que empleó como soporte, generando un cierto extrañamiento en ellos a partir de la dignidad creativa del diseño gráfico que ordenaba la diagramación, resaltando así un vínculo de otra manera imperceptible con las vanguardias modernistas. Hacia el 2017 se aplicó en similar ejercicio en la serie Liderazgo Hard-edge donde intervino las portadas de algunos libros, entre estos los múltiples best-seller sobre liderazgo de John C. Maxwell. Estos ejemplos mostraban como su obra, más allá de un ejercicio netamente formal, se impregnaba silenciosamente de un contexto particular, lo que hacía posible proyectar asociaciones de índole social o política (hasta el día de hoy, aplicando un doble sentido al título, la asocio como una alusión al gobierno de Rafael Correa).
Para la muestra Trópico informal desarrolla a plenitud una inquietud que lo ocupa hace algún tiempo: presta atención a los idiosincráticos esquemas cromáticos —muchas veces discordantes y destemplados— con que se revisten diversas construcciones (edificios, casas, locales comerciales). A partir de estos articula un curioso universo pictórico, impregnado de las caprichosas combinaciones y yuxtaposiciones de patrones y colores que configuran la ciudad como un chocante pastiche. La serie la titula Postales justamente por una aproximación donde enfoca la abstracción como una superestructura donde se asientan el resto de elementos que conforman la representación del entorno. Orbea en cierto modo separa la paja del grano al prescindir de los excesos de realidad, seleccionando y editando tramos de aquella red sobre la cual se implanta todo lo demás. Con esto en mente podemos entender la exposición como un gran paisaje urbano que ha sido abreviado, sintetizado… abstraído.
En sus recorridos el artista ha reparado además en la variada tipología de las vísceras y quiebrasoles de la arquitectura moderna en Guayaquil, elementos que sobresalen por su particular entendimiento de “la forma que sigue a la función”. A partir de estos detalles arquitectónicos ha generado una serie de esculturas en cemento, apenas blanqueadas, reduciendo la escala pero emulando las modulaciones de formas que emplean, para lograr volúmenes con autonomía e interés escultórico.
Las atentas observaciones de Orbea en su investigación del cruce entre la informalidad del trópico y la abstracción como lenguaje visual, se acumulan en un banco de imágenes fotográficas captadas cuando algo le llama la atención, y de las cuales posteriormente traduce detalles con decantada intencionalidad formalista. En sus obras, sin embargo, prescinde de la prolijidad característica de la abstracción concreta para más bien indagar en los registros de lo que podemos llamar una “abstracción sucia”, que desborda la geometría subyacente como su único interés para comunicar algo esencial de la identidad de sus referentes originales. De esta manera produce una interesante paradoja: preserva las estéticas populares pero de una manera sofisticada, capturando elegantemente el fantasma simbólico que atraviesa la estridencia de la calle.
Rodolfo Kronfle Chambers
Curador